14 January 2008

Yo, Zombie

Soy un zombie, y no está tan mal. Me estoy acostumbrando a la idea mejor de lo que uno creería. Disculpen si no me presento propiamente, pero ya no tengo nombre. Casi ninguno de nosotros tiene ya. Se nos olvidan, como aniversarios y contraseñas. Creo que el mío puede haber empezado con “M”, pero no estoy seguro. Es gracioso, cuando estaba vivo me la pasaba olvidando los nombres de las otras personas. Me doy cuenta que la ironía es muy común en la no-vida de zombie, un chiste constante. Pero es difícil sonreír cuando se te pudrieron los labios.

Antes de volverme zombie creo que era un empresario o joven profesional de algún tipo. Creo que trabajaba en uno de esos sofocantes trabajos de oficina en algún rascacielos. La ropa que tercamente cuelga de mis putrefactas facciones es de oficina formal y de alta calidad. Finos pantalones de gabardina, camisa de seda gris, corbata roja Armani. Probablemente me vería bastante bien si no estuvieran mis intestinos arrastrándose junto a mis pies. Ja.

Nos gusta bromear y especular sobre los restos de nuestros atuendos, pues estas vestimentas finales son normalmente el único indicio restante de quienes éramos antes de volvernos nadie. Las de algunos son menos obvias que la mía. Jeans y playera blanca. Falda y blusa de tirantes. Así que sugerimos opciones aleatorias.
Eras plomero. Eras maestra. ¿Te suena?
Usualmente a nadie le suena.

Nadie que yo conozca tiene memorias especificas. Reconocemos algunas cosas — edificios, coches, corbatas Armani — pero el contexto nos elude. Estamos aquí, hacemos lo que hacemos. No tenemos buena dicción, pero nos podemos comunicar. Gemimos y gruñimos, hacemos gestos con las manos, y de vez en cuando sale una que otra palabra. No es tan diferente a antes.

Hay unos cuantos cientos de nosotros viviendo en un extenso campo de polvo fuera de alguna gran ciudad. No necesitamos refugio o calor, obviamente. Nos paramos en el polvo y el tiempo pasa. Creo que hemos estado aquí por mucho tiempo. A pesar de mis arrastrantes entrañas, estoy en etapa temprana de descomposición, pero hay unos cuantos más viejos que son poco más que esqueletos con cachos de músculo aferrados. De alguna forma éstos se siguen contrayendo y expandiendo, y se pueden mover. Nunca he visto a uno de nosotros “morir” de viejo. Tal vez vivimos para siempre, no lo sé. Ya no pienso mucho en el futuro. Eso es algo que sí es muy diferente a antes. Cuando estaba vivo el futuro era lo único en lo que pensaba. Con lo que me obsesionaba. La muerte me ha relajado.

Pero me entristece que hayamos olvidado nuestros nombres. De toda la situación, eso parece lo más trágico. No extraño el mío, pero lamento la pérdida del de los demás, porque quiero quererlos, pero no sé quienes son.

Hoy un grupo de nosotros vamos a la ciudad a buscar comida. Normalmente estas expediciones comienzan cuando le da hambre a alguno de nosotros y empieza a arrastrar los pies en dirección a la ciudad, y algunos otros lo empiezan a seguir. El pensamiento enfocado es una ocurrencia rara con nosotros, y lo seguimos cuando lo vemos. De otra forma estaríamos solamente parados y gimiendo. Nos paramos y gemimos mucho, y a veces es frustrante. Años pasan de esa forma. La piel se cae de nuestros huesos y nosotros nos quedamos de pie, esperando a que suceda. Me da curiosidad mi edad.

La ciudad donde vive gente no está lejos. Llegamos alrededor de medio día y comenzamos la búsqueda por tejido viviente. El nuevo tipo de “hambre” es un sentimiento extraño. No lo sientes en tu estomago (claro, muchos de nosotros ni estomago tenemos), lo sientes… en todas partes. Comienzas a sentirte “más muerto”. He visto a algunos amigos regresar a estar completamente muertos, cuando la comida es escasa. Simplemente se vuelven más lentos, luego se detienen y se vuelven simples cadáveres de nuevo. La verdad no lo entiendo.

Supongo que el mundo ha llegado más que nada a su fin, pues las ciudades en las que deambulamos se están descomponiendo tan rápido como nosotros. Edificios caídos. Coches oxidados y muertos, sin orden aparente, llenan las calles. No existe vidrio que no sea en pedazos en el suelo. No sé si hubo una guerra, o una plaga, o si fuimos nosotros. Tal vez fueron las tres cosas. No lo sé. Ya no pienso en cosas así.

En un conjunto de departamentos encontramos a unas cuantas personas, y nos las comemos. Algunas tienen armas y como siempre perdemos a unos cuantos, pero no nos importa. ¿Por qué habría de importarnos? ¿Qué es la muerte ahora?

Comer no es un asunto placentero. Le arranco a mordidas el brazo a un hombre y odio hacerlo, es asqueroso. Odio los gritos porque no me gusta el dolor, no me gusta lastimar cosas, pero este es el mundo ahora, esto es lo que hacemos. Claro, si no me lo como completo, si dejo suficiente, se levantará y me seguirá de regreso a nuestro campo polvoriento fuera de la ciudad, y eso puede hacerlo sentir mejor. Se lo presentaré a todos, y tal vez nos quedemos parados y gimiendo juntos por un rato, y eso puede hacerme sentir mejor a mi. Es difícil definir lo que son “amigos” estos días, pero tal vez eso se acerca. El no comérmelo todo, dejar suficiente…

Pero, claro, no dejo suficiente. Me como su cerebro porque esa es la mejor parte. Es cuando trago cerebro que mi cabeza se ilumina con sentimientos. Memorias claras. De unos tres a diez segundos, dependiendo la persona, llego a sentirme vivo. Recibo un aire de comidas deliciosas, música preciosa, perfume, orgasmos, atardeceres, vida. Luego se desvanece y me levanto con dificultad y salgo arrastrando los pies de la ciudad, todavía muerto pero sintiéndolo un poco menos. Sintiéndome bien.

No sé porque tenemos que comer gente. No entiendo que logra el arrancarle el cuello a mordidas a una mujer. Por supuesto que no digerimos la carne y absorbemos los nutrientes. Mi estomago es una putrefacta bolsa de bilis seca, inútil. No digerimos, simplemente comemos hasta que el peso lo fuerza fuera de nuestros anos, y entonces comemos más. No le encuentro punto, pero es lo que nos mantiene caminando. No sé porque. Ninguno de nosotros realmente entiende porque somos de la manera que somos. No sabemos si somos el resultado de alguna bizarra infección global, o alguna antigua maldición, o algo con aún menos sentido. No hablamos mucho de ello.

El debate existencial no es una parte grande de la no-vida de zombie. Estamos aquí y hacemos cosas. Somos simples. Es cómodo a veces.

De nuevo fuera de la ciudad, ya con los otros en el campo de polvo, comienzo a caminar en círculos por ninguna razón. Planto un pie en la tierra y giro sobre él, vuelta y vuelta, levantando nubes de polvo. Antes, cuando estaba vivo, no podría haber hecho algo así. Recuerdo el estrés. Recuerdo las facturas y los plazos, los reportes de impuestos. Recuerdo estar tan ocupado, siempre tan en todas partes ocupado. Ahora estoy nada más parado en un extenso campo de polvo, caminando en círculos. El mundo ha sido destilado. Estar muerto es fácil.

Después de unos días de esto, dejo de dar vueltas y me quedo de pie, meciendo de lado a lado, gimiendo un poco. No sé porque gimo. No me duele nada y no estoy triste. Creo que es solo aire siendo expulsado de mis pulmones. Cuando se descompongan probablemente deje de pasar. Y así, mientras gimo y me mezo, noto a una zombie parada a unos metros, viendo hacia unas montañas a lo lejos. No gime y mece sólo su cabeza de lado a lado. Me gusta eso de ella, mece sólo la cabeza y no gime. Camino hacia ella y me paro a su lado. Exhalo algún tipo de saludo y ella responde con un encogimiento de su hombro.

Me gusta. Estiro la mano y le toco el pelo. No ha estado muerta mucho tiempo. Su piel es grisácea y sus ojos un poco hundidos, pero no tiene huesos ni órganos expuestos. Su conjunto de muerte es una falda negra y una camisa blanca de botones apretada. Sospecho que era mesera en vida.
Prendido a su pecho hay un gafete plateado.
Puedo leer su nombre. Tiene un nombre.
Su nombre es Luisa.

Apunto a su pecho. Lentamente, con gran esfuerzo, digo “Lui..sa”. La palabra rueda fuera de lo que queda de mi lengua como miel. Que buen nombre. Siento calor al decirlo.

Los ojos nublosos de Luisa se expanden al oírme y sonríe. Le sonrío (sin labios) de regreso y entonces, quizá porque estoy un poco nervioso, mi tibia se rompe y me caigo hacia atrás sobre el polvo. Luisa se ríe y es un lindo sonido seco. Se agacha y me ayuda a levantarme.

Luisa y yo nos hemos enamorado.

No estoy seguro como sucede. Recuerdo lo que el amor era antes, y eso es diferente. Esto es más simple. Antes había complejos factores emocionales y biológicos trabajando. Teníamos largas listas y elaboradas pruebas que aprobar. Notábamos peinados y carreras y tamaños de senos. Y el sexo estaba ahí, en todo, confundiendo a todos, como hambre. Creaba añoranza, ambición, competencia, era incentivo para que la gente saliera de sus casas e inventara automóviles, estaciones espaciales y bombas atómicas, cuando podrían haberse simplemente sentado en sus sillones hasta que murieran. Urgencias animales. Necesidades subconscientes. El sexo hacia girar al mundo.

Todo eso se ha ido. El sexo, antes una fuerza tan universal como la gravedad, es ahora irrelevante. Ambición y añoranza han dejado la ecuación. Mi pene se cayó hace dos semanas.

La ecuación se ha eliminado, el pizarrón borrado, y las cosas son diferentes. Nuestras acciones no tienen motivos ocultos. Arrastramos los pies en el polvo y ocasionalmente tenemos simples y gruñidos intercambios con nuestros compañeros. Nadie discute. No hay peleas, nunca.

Y Luisa no es un proceso complicado. Simplemente la veo, camino hacia ella y realmente sin razón decido que quiero estar junto a ella por mucho tiempo. Así que ahora arrastramos los pies en el polvo juntos en vez de solos. Por la razón que sea disfrutamos de nuestra compañía mutua. Cuando tenemos que ir a la ciudad a comer gente lo hacemos en ocasiones separadas porque es un asunto deslucido y no queremos compartir eso. Pero compartimos todo lo demás y es agradable.

Un día decidimos caminar a las montañas. Nos toma tres días, pero estamos ahora parados junto a un precipicio viendo a una gran luna blanca y gorda. A nuestras espaldas el cielo se tiñe de rojo por distantes ciudades quemándose, pero no nos importa eso. Torpemente tomo la mano de Luisa, y vemos la luna.

No hay razón verdadera para nada de esto, pero como dije, el mundo ha sido destilado. El amor ha sido destilado. Todo es fácil ahora. Ayer un tropiezo me arrancó la pierna, y ni siquiera me molesta.

4 comments:

Rave Sagardía said...

Dime Por Favor que alguien te mordió en el Facebook... por favor... dimelo!!...


salu2!!... voy por una chela... tengo sed... si... ya se que es malo para mi salud, pero hey, usted está calvo, yo puedo estar ebrio...


uy!

Luis Sánchez said...

Jajaja, el amor en tiempos de zombies??? Es la historia de Chuy tu zombie o que pedo(o Chuy era el nombre del dinosaurio??? bleh)

Saludos!

Anonymous said...

Son cosas como esta las que demuestran el tipo de persona que eres, y arghhh eres lo maximo.

chance no es el medio ni el momento de decirlo, pero en serio creo que te estás menospreciando, mereces mas, te estas conformando. entiendo, y creeme que lo admiro, la razon por la que tomaste la decision, pero estás apostando TODO a algo que realmente que tan seguro puedes estar de que suceda, fer? si te apreciara ella como dices te buscaria, y es neta.

estas desperdiciando un buen cacho de tu año, y eso nunca esta chido, y menos si no eres 100% feliz... porque mereces ser mas que 100% feliz.

mereces mas, sexy. y ella deberia ser la que mas entiende eso.

Anonymous said...
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